El pibe salteño que a los dieciocho años se mudó a Buenos Aires para estudiar, trabajar y concretar su sueño ahora es arquitecto por la UNSAM. El día que aprobó la evaluación final, su mamá lo abrazó conmocionada. La escena hizo explotar a casi 70 mil corazones: el llanto compartido, la ternura de las palabras y los gestos, la movilidad social ascendente, lo estatal-colectivo y el mérito individual condensados en treinta segundos.

¿Cuál es la historia de Ale Montero? ¿Cómo es Güemes, el pueblo que lo recibió como a un hijo pródigo y, un día después, votó masivamente a un candidato que promete arancelar la universidad pública?

“El primer recuerdo que tiene Alejandro Montero es de la primera noche que durmió en la calle. No fueron muchas. Dos o tres, dice. Bajo un árbol, y junto a sus siete hermanos, su mamá Emiliana le dijo que contara las estrellas para poder dormirse. Vuelve a ese recuerdo hoy, con 30 años, recién llegado al barrio Santa Teresita de General Güemes, Salta, para celebrar con su familia un título universitario: licenciado en Arquitectura por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).”

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