Con la euforia a flor de piel por la vuelta al país de la selección nacional, dueña de la Copa del Mundo 2022, la vicedirectora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) de la UNSAM, Marina Farinetti, reflexiona sobre el estallido social de 2001. La mirada retrospectiva dialoga con un hecho dramático reciente: el intento de magnicidio de la vicepresidenta de la Nación, que evidenció un rasgo de violencia política nunca antes visto en el país. ¿Cómo renovar los sentidos de la democracia como antídotos críticos a la radicalidad antidemocrática?

“El siglo XXI comenzó en Argentina marcado por el estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001. La rebelión popular generó cambios político-institucionales concretos, pero también cambios simbólicos, más difíciles de determinar. Los efectos del acontecimiento pueden registrarse y valorizarse a medida que pasan los años dando lugar a miradas con matices diferenciales. Este año, la alegría colectiva sintoniza la emocionalidad del pueblo en la alegría de mano única que tan bien hace a la sociedad argentina, atravesada por fuerzas de división importantes.

Más allá de los acontecimientos alegres, la mirada retrospectiva que se impone está filtrada por un vidrio oscuro: el atentado a la actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Lo que pudo pasar, pasó en el plano de la imagen con alto voltaje de violencia simbólica. En la manifestación ciudadana del día después percibimos a tientas la emergencia de un nuevo rasgo de violencia política. Nos impresionaron declaraciones de adhesión al intento de magnicidio que contaron con la amplificación de medios de comunicación. Es un momento dramático de la democracia”.

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