Celulares, notebooks, autos eléctricos, paneles solares: las baterías de litio existen desde hace tiempo —de hecho, en 2016 se produjeron más de 200 mil toneladas de carbonato de litio para fabricarlas— y la Argentina puede impulsar esta industria. ¿Por qué? Porque integra el denominado triángulo del litio que, junto con Bolivia y Chile, concentra el 58 % de los recursos mundiales de este mineral, seguido por China (25 %) y Australia (10 %). Pero ¿de qué zona del país se puede extraer litio? ¿Cuáles son los beneficios de su producción? ¿Cómo afecta a las comunidades cercanas a los salares? ¿Existen riesgos ambientales? ¿Quiénes prometen invertir?
“El litio es una potencial solución a la cuestión energética y a la emisión de gases de efecto invernadero”, explica Mariana Saidón, economista y coordinadora del Área de Ambiente y Política (AAP) de la Escuela de Política y Gobierno (EPyG) de la UNSAM, que advierte que si bien el litio puede resultar eficaz para limitar el uso de combustibles fósiles, disminuir la huella de carbono e impulsar el desarrollo industrial del país, su explotación es controversial. “No hay que perder de vista la gran utilización de agua en una zona que es bastante seca, la posible contaminación local de agua dulce con agua salada, el agotamiento de un recurso no renovable, la alteración de los ecosistemas locales y el residuo generado por la baterías una vez que se agotan”.
Si querés saber más sobre las implicancias de esta industria extractiva nacional, leé el análisis completo de Saidón y de otrxs especialistas de las escuelas de Economía y Negocios (EEyN), Humanidades (EH) y Hábitat y Sostenibilidad (EHyS) de la UNSAM acá.