Al principio de nuestras vidas no somos más que una célula minúscula, solo visible a través de un microscopio, pero programada para crecer hasta formar un bebé y completar el ciclo de la vida. Si bien la ciencia avanzó mucho en el estudio de este fenómeno asombroso, todavía hay enigmas por resolver. Por ejemplo: ¿cómo adquirieron los espermatozoides y los óvulos la capacidad de fusionarse hasta formar esa nueva célula humana?

Una colaboración internacional liderada por investigadores de la UNSAM acaba de aportar una pista clave: la proteína HAP2/GCS1 que posibilita la reproducción de plantas, parásitos y animales invertebrados podría haber surgido en arqueas —microorganismos similares a bacterias— mucho antes que la propia célula eucariota y su vida sexual, hace unos 3000 millones de años. El hallazgo es el resultado de una colaboración internacional liderada por Pablo Aguilar, investigador de nuestra Escuela de Bio y Nanotecnologías (EByN), y fue publicado en la revista científica Nature Communications.

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Internacional y multidisciplinario

Los estudios que posibilitaron este hallazgo son producto de una larga e intensa colaboración con grupos de investigación de la Argentina, Uruguay, Suecia, Israel y Suiza, y con la compañía británica de inteligencia artificial DeepMind, que permitió combinar distintas disciplinas: biología computacional, cristalografía de rayos X, biología celular e inteligencia artificial.   

El avance fue reseñado por las revistas Quanta (Estados Unidos), La Diaria (Uruguay) y Science & Vie (Francia), y por el diario Jerusalem Post (Israel) y motivó notas del Institut Pasteur de Montevideo, el Karolinska Institutet, el Sincrotrón Europeo y el diario Página/12.

De izq. a der.: Pablo Aguilar y David Moi, doctorando UNSAM e integrante del equipo de investigación internacional