¿De qué hablamos cuando hablamos de soberanía sanitaria, tecnológica y científica? ¿Es una mera consigna voluntarista disparada durante la crisis sanitaria o la certeza de un cuerpo colectivo que sabe cómo aprovechar sus capacidades? Diego Comerci, subsecretario de Desarrollo e Innovación de la UNSAM, y Lautaro Zubeldia Brenner, investigador en políticas tecnológicas para el sector farmacéutico del Centro de Estudios de la Historia de la Ciencia y la Técnica José Babini (CEJB), analizan la expansión del ecosistema nacional de ciencia y tecnología, que en los últimos dos años logró atender las demandas sanitarias locales con una eficiencia sin precedentes, ajena a las fluctuaciones del big pharma.

“Más allá del impacto a nivel humano, sanitario, político y económico, la pandemia de COVID-19 creó una oportunidad inédita para la Argentina. Fue un auténtico cisne negro, en el que se conjugaron el corte de las cadenas globales de valor con la urgente demanda de insumos para atender la emergencia: desde guantes, barbijos y elementos de protección personal hasta fármacos y tests para detección del virus. Sumado a esto, al tiempo que los países centrales acaparaban insumos críticos, las grandes corporaciones farmacéuticas se enfocaron en atender, parcialmente, la demanda de los mercados premium, Estados Unidos y la Unión Europea, donde la primera ola de la pandemia golpeaba fuerte. Esto generó un campo fértil para que investigadores y tecnólogos del ecosistema local de ciencia y tecnología —universidades públicas, sartups, pymes, organismos gubernamentales— tomaran la iniciativa y se vincularan en busca de satisfacer esta demanda. Desde el Estado se reaccionó velozmente, financiando estos emprendimientos mediante instrumentos generados ad hoc por el Ministerio de Desarrollo Productivo y la Unidad COVID-19, conformada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el CONICET y la Agencia I+D+i.”

Leé la nota completa en el Vol. 4 de Impresiones, la Revista de la Editorial de la Imprenta del Congreso de la Nación.