Como un Maradona con la pelota, Horacio enseñaba a jugar con el pensamiento. Por eso sus clases en la universidad —y en tantos otros ámbitos no académicos— desbordaban de gente. Con sus libros, iniciativas políticas, intervenciones públicas y causas militadas, Horacio formó a “generaciones gonzalianas de intelectuales”, dice Micaela Cuesta, investigadora del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) de la UNSAM. Una despedida al sociólogo, docente, ensayista, investigador y exdirector de la Biblioteca Nacional, que murió esta semana a los 77 años.
“Horacio se tomaba en serio al pensamiento, porque no podía menos que tomarse en serio la realidad que lo informa, empuja y hace implosionar. Como una suerte de oráculo, en momentos de incertidumbre, una acudía a sus textos para orientarse: ¿Qué piensa Horacio de esto? Y ese ‘esto’ dibujaba un arco que se extendía desde la conmemoración de un festejo patrio o el onomástico de una figura emblemática de la cultura hasta los últimos dichos del menor de los personajes pronunciados en la mesa de Mirtha o el programa de Canosa. Cada escena era leída en perspectiva y asumía en su pluma su debida escala. Era lo más cercano, en mi experiencia, a un intelectual. Y tenía lo que tienen solo los grandes: humildad, picardía, amabilidad, generosidad, pueblo”.
La despedida completa, acá.
También te recomendamos leer “No voy a hacer declaraciones de amor” (Revista Anfibia), un perfil de Horacio González escrito en 2014 por Lucía Álvarez, directora general estudiantil de la UNSAM; “Adentro, pero en contra: El saber popular” (Revista Anfibia), una despedida del politólogo Adriano Peirone; y este hilo-homenaje de la Escuela IDAES.