A fines de febrero, la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia fue el escenario de la jornada “El arte abre la cárcel: Refugios artísticos en contextos de encierro”. El Centro Universitario San Martín (CUSAM) participó del encuentro y compartió su experiencia pedagógica en el penal de José L. Suárez.

“A través del arte uno puede crear una especie de lugar seguro. Y, al mismo tiempo, es una herramienta para cuestionar y desafiar esa estructura de poder que perpetúa la vulnerabilidad acá adentro”, contó Luis Alberto Ángel Iñíguez, sociólogo recibido en el CUSAM y protagonista de la obra Potestad —del dramaturgo argentino Eduardo Pavlovsky—, dirigida por Sebastián Ostapow, profesor de Teatro en el CUSAM. El texto de Pavlovsky, que aborda el testimonio de un apropiador durante la última dictadura cívico-militar en la Argentina, es una herramienta que permite reflexionar sobre los derechos humanos, la memoria y la justicia, pero también resignificar las propias experiencias de encierro.

“El potencial que el arte tiene acá adentro es enorme: hay una relación directa entre el arte y la libertad. Yo siento que poder hacer esta obra, este personaje, de alguna manera también es una herramienta para poder superar las limitaciones, las restricciones que tenemos en este lugar. Y lo digo a través de la libertad de expresión, del mismo escape de la rutina, de la conexión con la imaginación y de las oportunidades de reflexión que se presentan”, dijo Luis Alberto. “Además, también aparece un sentimiento de comunidad: a través del arte uno puede crear una especie de refugio, un lugar seguro. Por momentos, me permite olvidar la situación de cárcel y me sumerge en una historia, un personaje. Es como pasar de una realidad a una hiperrealidad.”

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